Los días se convierten en meses y los meses en años.

Por alguna razón aquella tarde sentí la necesidad de estar más cerca de ella que nunca, quizá ya imaginaba el semblante triste de su rostro y su mirada tan apagada, tal vez ese fue el más maravilloso y a la vez el peor día de mi vida; me senté junto a ella y la acaricie tan suave y delicadamente como lo haces con una copa de cristal; con ese miedo que tienes de que se vaya a romper en cualquiera momento, hablé con ella y le di un ligero beso y pude sentir lo fría que estaba.

El corazón se me encogió al verla llorar, no podía pronunciar una palabra; solo existía silencio entre las dos, ambas nos mirábamos con aires de penuria y nostalgia y yo… yo solo quería verla sonreír como hacía 15 meses atrás, escuchar su risa y la forma tan dulce de regañarte. ¿En qué momento llegaste a estar aquí? ¿Por qué no puedes moverte? ¿Cuánto debes de estar sufriendo?, mil preguntas me envolvían al verla sollozar y con la impotencia de no poder hacer nada, acariciándola la acompañé en su dolor y derrame lágrimas a su lado.

Aunque me costó mucho despedirme de ella en ese momento; tuve que hacerlo. Sin embargo, volví a verla al día siguiente pero ella simplemente no estaba ahí; se había marchado. La extraño enormemente, me hace falta sus llamadas de atención y la forma tan fácil de hacerme la vida, extraño sus comidas; ya que, era la experta cocinera de la familia. Sobre todas las cosas, extraño verla a mi lado y que me sonría por todo y por nada, no falta mucho para verla y mientras tengo grabada esa risa que a mí siempre lograba cautivarme cada vez que compartíamos charlas extensas y podía disfrutar de cada una de sus expresiones detalladamente sin duda alguna, era encantadora.

Nunca sabes cuándo es demasiado tarde para amar, reír, soñar, vivir cada instante de tu vida, perdonar a aquellas personas que te lastimaron en sobre manera, pedir perdón a todos los que ofendiste o dañaste, ayudar a los que más lo necesitan, hacer las cosas que siempre soñaste, visitar cada rincón del mundo e impresionarte con sus maravillas y pensar ¡qué grande eres Dios para haber hecho todo esto!, no sabes lo que pueda pasar mañana y sin embargo, sigues preocupándote por cosas, rutinas, ideas sin un kilo de sentido.

Recuerdo a mi mamá decir alguna vez, “hoy eres luz pero mañana puedes apagarte” y aunque la frase es corta, su razón es más que verdadera. Hay que vivir el día a día sin preocupaciones del mañana; pues  puede que en algún momento del día no vuelvas a ver un hermoso amanecer, una cálido atardecer, la reconfortante paz de un anochecer, la luz de una mirada y el calor de un abrazo sincero… pero sobre todo hay que vivir como quien sabe que va a morir algún día. 

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